Del conurbano a la jungla

En un contexto donde reina la indiferencia por el otro, Los Espíritus llegaron al Oeste para reforzar la esencia del hombre y abandonar la alienación a la que fue sucumbido.


Por Daniel Péndola | Con localidades agotadas, la banda de Maxi Prietto y Santiago Moraes llegó el sábado pasado al Auditorio Oeste para presentar "Agua Ardiente" (2017) y transformar la sala de Avenida Rivadavia en una suerte de selva tropical en la que su público se dejó llevar por un sonido tribial y psicodélico.

A lo largo de dos horas y media, el sexteto brindó un concierto que, a pesar de no tener prácticamente ninguna intervención de los vocalistas, las zapadas de blues y las variaciones de ritmo fueron suficientes para entretener a la audiencia, que tuvo su punto culmine en distintos momentos de la noche.

Las canciones pertenecientes al último disco de la banda han sido las más destacadas. Por un lado, cuando sonó La mirada, tema que relata el maltrato no-verbal que sufren los niños en situación de calle, las mujeres en la vía pública y los empleados en sus jornadas laborales, el público estalló contra el Presidente, evocando el hit del verano. Y por el otro, La rueda que mueve al mundo, que acabó convirtiéndose durante el último año en una especie de clásico, fue coreado de principio a fin.

A diferencia de las nostálgicas letras de Bestia Bebé y las baladas de El mató a un policía motorizado, el grupo de La Paternal apuesta a denunciar mediante sus melodías indie el daño que el hombre le produce a la Medre Tierra y se comprometen en causas sociales, como la desaparición forzada de Santiago Maldonado, por quien reclamarán Justicia el próximo 1 de agosto en Plaza de Mayo.

Luis Alberto Spinetta decía en 1969 que "somos seres humanos sin saber lo que es hoy un ser humano" y tal consideración fue reformulada esta noche por Los Espíritus al cuestionar la apatía de la sociedad con los sectores más vulnerables, en búsqueda de un reencuentro del hombre con su propia naturaleza, alejado por unas horas del caos de la ciudad. ¿Será acaso un buen momento para dejar a un lado la mirada acusadora y tender una mano a quienes más lo necesitan?
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